El fútbol infantil es un
mundo en sí mismo, familiar, colorido, competitivo, ruidoso y por demás
apasionante.
Los niños (y niñas) pretenden ser Forlán, Neymar, Messi o Cristiano Ronaldo y lo reflejan en su indumentaria, en su peinado, y hasta en sus movimientos.
Como parte de ese simulacro, se ven botellas de Gatorade rellenas con jugos de naranja, zapatos y guantes de reconocidas marcas deportivas, niños que se ponen en la piel de sus ídolos al imitar los festejos de los goles tal cual lo vieron por televisión.
Los niños (y niñas) pretenden ser Forlán, Neymar, Messi o Cristiano Ronaldo y lo reflejan en su indumentaria, en su peinado, y hasta en sus movimientos.
Como parte de ese simulacro, se ven botellas de Gatorade rellenas con jugos de naranja, zapatos y guantes de reconocidas marcas deportivas, niños que se ponen en la piel de sus ídolos al imitar los festejos de los goles tal cual lo vieron por televisión.
Hay de los que ‘pintan’,
de los que piden patear los penales, y de los que se distraen con unas cometas
que están siendo remontadas en el campito lindero a la cancha. Niños que están
vestidos horas antes del partido prontos para no demorar la salida, y otros que
confiesan que prefieren no ir más, o particularmente en esa fecha tenían un
cumple o un campamento y no les dejaron elegir.
Padres que quieren que
sus hijos se diviertan, tengan una actividad deportiva extra, aprendan del
juego en equipo y refuercen los lazos con sus amigos; y padres que no se pueden
frenar con la línea lateral de la cancha y fuerzan desde el afuera tarjetas
amarillas y rojas.
Son comunes las canchas suspendidas por problemas entre adultos, y en el medio quedan los árbitros muchas veces expuestos tratando de cumplir con su función.
Es evidente que los problemas se incrementan a medida que las categorías crecen, y los chicos ya no son tan chicos.
Son comunes las canchas suspendidas por problemas entre adultos, y en el medio quedan los árbitros muchas veces expuestos tratando de cumplir con su función.
Es evidente que los problemas se incrementan a medida que las categorías crecen, y los chicos ya no son tan chicos.
Técnicos orientadores que
por suerte entienden como prioridad inculcar valores y ven más allá del
resultado de un partido, mirando al niño como una persona que está transitando
quizá los años más importantes de su formación, y otros que directamente no
deberían trabajar con niños.
Aunque parezca inimaginado en esta etapa, se ven ‘ojeadores’ buscando captar un nuevo mini-crack y pactar con los padres el ingreso a las inferiores de algún club de primera.
Aunque parezca inimaginado en esta etapa, se ven ‘ojeadores’ buscando captar un nuevo mini-crack y pactar con los padres el ingreso a las inferiores de algún club de primera.
Surgen preguntas con
respuestas que varían según el entorno y por ende se vuelven difusas, ¿Jugar
para divertirse o para ganar?, ¿Tienen prioridad en el equipo los que juegan
‘mejor’?, ¿Aspiramos a que los niños sean buenas personas por encima de que
sean virtuales ganadores o líderes?, ¿Evaluamos a las personas que están a
cargo del equipo?, ¿Escuchamos la opinión de los niños?
Este trabajo pretende
reflexionar sobre el deporte infantil y el rol de los adultos en ese ámbito,
buscando rescatar la esencia del juego.
Vaya mi reconocimiento y admiración a aquellos padres, técnicos y personas en general que dedican gran parte de su tiempo para que los niños jueguen, y aún sin perder la pasión por el fútbol, procuran siempre transmitir valores como el compañerismo, el trabajo en equipo, el respeto y la dignidad.
Vaya mi reconocimiento y admiración a aquellos padres, técnicos y personas en general que dedican gran parte de su tiempo para que los niños jueguen, y aún sin perder la pasión por el fútbol, procuran siempre transmitir valores como el compañerismo, el trabajo en equipo, el respeto y la dignidad.
